Muchos de ustedes habrán escuchado alguna vez hablar acerca de "La naranja mecánica", libro de Anthony Burgess adaptado al cine por Stanley Kubrick.
“El título original de la película es "The Clockwork Orange". "Orange", en inglés significa "naranja", pero en verdad proviene de otra palabra: "ourang", una palabra de Malasia donde el autor del libro, vivió durante varios años. Esta palabra tiene otro significado y es el de "persona". De esta manera, el escritor hizo un juego de palabras, y realmente, lo que el título significa es "El hombre mecánico".”*
Básicamente, el argumento gira en torno a las aventuras de un joven (Alexander DeLarge), cuyos principales intereses son las violaciones, la ultra-violencia y Beethoven. Avanzando en la historia, un particular tratamiento pavloviano alterará al protagonista y le dará un curioso giro al relato.
Pero las interpretaciones que se pueden realizar varían demasiado, y tienen estrecha relación con la idiosincrasia y valores culturales que cada uno resguarda.
En lo personal, lo que me convirtió en una adepta, es la complicada relación que intenta explicar. El estímulo y la respuesta, las pautas culturales de los protagonistas, las reacciones de los personajes secundarios, los diferentes escenarios y, por supuesto, el lenguaje que se utiliza.
Esa peculiaridad de la obra es indiscutida: se trata de toda una aventura lingüística. El autor introduce una nueva jerga llamada Nadsat (del ruso, adolescente), que modifica palabras tomadas del ruso con el fin de utilizarlas como lenguaje informal propio de los jóvenes. Así, las expresiones inventadas cobran protagonismo y se resisten al paso del tiempo.
No hay demasiadas cosas que se puedan explicar a los que aún no han visto esta película o no han leído el libro,… Sólo queda recomendarles que lo hagan. (Les advierto que el film es para mayores de 18 años).
*Rommel
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