Una reflexión para empezar el año (copy/paste)
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Por esta parte del mundo cerramos el año con ciertas expectativas hacia el futuro. Debemos admitir que los grandes sueños propios de otras épocas han dado lugar a la concreción de pequeños proyectos, más personales, más comunitarios tal vez, donde si bien el optimismo reina en general (al menos no es un amargado pesimismo) se cargan no muchas esperanzas en el futuro para contentarse, más bien, con pequeños logros. Atrás han quedado los sueños revolucionarios, las grandes promesas y permanece el escenario definitivo que ha dado paso a mayor pobreza, mayores necesidades y mayores dificultades.Las actuales percepciones de los argentinos apuntan en general a que el próximo año será mejor, nos irá bien, pero siempre hablando de los proyectos micro, los personales, los familiares, los del entorno inmediato. Ahora bien, todo cambia cuando se pregunta uno sobre las expectativas referidas los grandes temas, lo que tiene que ver con la generalización de ciertas consecuencias que afectan a la mayoría: el empleo, la macroeconomía, el progreso, la mejora de los servicios, la superación de la corrupción, la mejora en la seguridad; solo esperan desde la opinión la acción para un cambio gradual y marcado, más que nada, por cierto escepticismo.
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El descreimiento gira alrededor de las instituciones públicas y la gestión privada de las grandes corporaciones, en cambio, la cuota de esperanza, se vuelca en el fervor y el desinterés de anónimos emprendedores y organizaciones sociales.
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El poder declama el cambio que no se hace presente. Las promesas de reforma política han quedado en el tintero, ya sin tinta. La instauración de una nueva forma de convivencia ha sido transformada en la misma receta de sostenimiento e incluso incremento de la cuota de poder delegada. Los políticos llegan decididos a quedarse, no a transformar la realidad de todos. Los ámbitos de participación, debate, análisis y decisión ciudadana quedan, de hecho, reducidos a mínimas expresiones, generalmente de puro sentido electoralista. El ataque verbal, la descalificación y el dogmatismo reemplazan la vigencia de un pensamiento único por un nuevo único pensamiento.
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La sociedad argentina se debe a si para este 2006 un encuentro consigo misma. Una introspección, un reflexionar sobre que somos y hacia donde queremos marchar, un proponernos vivir mejor, pero en una decisión y una acción donde participemos todos. Los medios de comunicación están siendo el más firme baluarte de la democracia que nos esforzamos en re construir desde los 80, con muchas fallas, con muchas carencias, tan confundidos en objetivos como la sociedad toda. Y no es para menos, los medios también son parte de esta sociedad, ambos se influyen mutuamente. Ambos son reflejo de la misma realidad. Los medios son los más firmes baluartes porque no podemos negar que, en lo que más hemos avanzado, es en la libertad de expresión (cuidado, no con pocos problemas, bien con muchas excepciones y con más limitaciones aun). Muchos coincidirán que en el resto de los sectores de la vida pública, nuestra república, aun necesita de muchos aportes, de mucho compromiso, de un mejor destino.
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Por suerte la tecnología puede ayudar en el primer tramo del siglo XXI a expandir las posibilidades de expresión, de muchos, de todos, de los necesarios. La autonomía que Internet está brindando a sus usuarios es muestra de ello y no solo por lo que han obtenido los medios tradicionales, o los nuevos medios, sino también miles de ciudadanos que, algunos mejor, otros peor, están haciendo sus aportes en un océano de símbolos. De nuestro lado también habrá que aprender a pescar, a utilizar la caña, para poder tomar, seleccionar, aquellas piezas de mayor valor en la riqueza ictícola del ciber espacio.En 2006 no debemos abandonar las mínimas posibilidades de expresar y de escuchar la más amplia diversidad de opiniones, no debemos dejar pasar toda oportunidad de participación, no debemos claudicar en el objetivo de: lentamente, de a poco, construir una república mejor, con mejores ciudadanos y con mejor calidad de vida.
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Podemos y nos merecemos un futuro mejor.